martes, 23 de septiembre de 2008

Los olmos y la grafiosis

Desde muy antiguo, primero en Europa, y después en Norte América, los olmos han sido, con diferencia, el árbol ornamental preferido en pueblos y ciudades. Sus características los hacían los árboles ideales en los ambientes urbanos. Son de crecimiento rápido y pueden durar cientos de años, alcanzando un porte majestuoso. Son además bonitos, agradables, coloridos. La espesura de sus copas hace que ofrezcan una sombra fresca que reduce el calor del verano. En invierno, sin embargo, pierden las hojas, permitiendo la entrada de la luz y el sol. Y además son muy resistentes y soportan bien los trasplantes, los rigores del clima o los daños físicos (podas, rotura de ramas...), y se adaptan bien a distintos tipos de suelo (entre ellos el suelo compacto de las ciudades).

A principios del siglo XX, los olmos eran una constante en prácticamente todos los pueblos y ciudades de Europa y Norte América. Estos olmos, junto con los muchos que vivían de forma silvestre en los bosques, constituían poblaciones de cientos de millones de árboles. Hoy en día casi todos ellos han desaparecido a consecuencia de la grafiosis, una enfermedad provocada por un hongo. Las antiguas poblaciones de olmos están al borde de la extinción, y la grafiosis se ha convertido en una de las enfermedades vegetales más devastadoras de las que tengamos noticia.

La grafiosis, que al parecer procede de Asia, se ha extendido por el mundo en dos grandes oleadas. La primera se inició a principios del siglo XX en el noroeste de Europa y la causó el hongo Ophiostoma ulmi. La segunda, mucho más virulenta, la provocó otra especie del mismo género llamada Ophiostoma novo-ulmi. Esta segunda pandemia se inició en los años 80 y todavía perdura. El hongo se dispersa adherido a la superficie de unos pequeños escarabajos (escolítidos) que excavan galerías bajo la corteza de los olmos. Esta asociación de hongo y escolítidos resulta muy eficiente y hace que la enfermedad se expanda de forma casi imparable. A pesar de ello, en todos los países civilizados afectados se han puesto en marcha programas de investigación y actuación para intentar frenar la expansión de la enfermedad. Una iniciativa para divulgar el valor patrimonial de los olmos, puesta en marcha por el Ministerio de Medio Ambiente se puede ver en la página web de “Los últimos olmos ibéricos”. Si queréis saber más sobre este tema os recomendamos el programa emitido recientemente en "La Aventura del Saber" de tve (pulsa aquí).

La grafiosis también ha llegado a la Sierra y ha acabado con muchos de nuestros olmos. Ya en los años 70 se detectaron en nuestra comarca los primeros casos de árboles infectados por O. novo-ulmi, la especie más virulenta. Todavía hoy se siguen registrando casos. De hecho, este verano parece haber sido especialmente propicio a la enfermedad en nuestra comarca. Basta recorrer la carretera N-433 entre Aracena y Valdezufre para comprobar que muchos de los olmos pumila asilvestrados que crecen en los márgenes de la carretera empiezan a presentar los síntomas típicos de la enfermedad o están ya totalmente secos (Pulsa aquí para ver algunas imágenes).

Por suerte, y a pesar de los pesares, todavía quedan algunos olmos singulares en nuestra comarca. Por desgracia, la mayoría de ellos se encuentran en un estado de abandono lamentable, cuando no son directamente agredidos por las autoridades responsables. Varios casos hemos recogido ya en las páginas de este blog. A continuación presentamos algunos más.

La Alameda de Valdehelechoso. Aracena

Esta imagen está tomada de una postal de Aracena que muestra la “Alameda de Valdehelechoso” alrededor de los años 20. Aunque le llamasen alameda, los árboles que la formaban debían ser en su mayoría olmos, como se aprecia en los que están más cerca. El muro y la entrada a la finca de Valdehelechoso, también conocida como la “Huerta Los Pavos”, aparecen a la izquierda de la fotografía, junto al camino.

La alameda de Valdehelechoso era en realidad el camino de salida del pueblo en dirección a Sevilla. Parece ser que antiguamente existía la buena costumbre de mantener densas arboledas como esta en los accesos a los pueblos. De hecho, todavía quedan restos de estas antiguas arboledas en algunos pueblos de la Sierra, por ejemplo, en Galaroza, en Jabugo (ver las entradas siguientes) y en Aracena (Avenida de la Reina de los Ángeles y calle Tenerías). Entre otras cosas, estas alamedas servían para embellecer las entradas a los pueblos, entradas que hoy en día están totalmente descuidadas, aunque son la primera y la última impresión de ellos que reciben los visitantes (¿Quién haría hoy en día una postal turística mostrando la entrada de alguno de los pueblos de la Sierra?). Además servían para el disfrute de sus propios habitantes, que usaban estas alamedas como sitio de recreo y de paseo. Aunque parezca increíble, todavía la gente sale a pasear por estas carreteras, aunque casi no tengan espacio para caminar y tengan que soportar el tráfico y casi jugarse la vida.
Los restos que quedan de estas antiguas alamedas se encuentran ahora en un estado bastante lamentable. El principal problema de estas arboledas parece haber sido que, al encontrarse fuera de la zona urbana, no han sido competencia del ayuntamiento sino del gobierno central o el autonómico a través del organismo responsable del mantenimiento de las carreteras. Sin embargo estas arboledas son parte del patrimonio de los pueblos en los que se encuentran y los ayuntamientos correspondientes deberían reclamar su competencia sobre ellas.

Ya no queda nada de la antigua alameda de Valdehelechoso. El olmo que quedaba, último testigo de aquellos tiempos, se secó este verano, después de sufrir una poda más que discutible. Como ya contamos en este blog (ver aquí), el año pasado cortaron los otros dos olmos que lo acompañaban. Quien tenga curiosidad puede acercarse a ver el tamaño impresionante de los tocones que quedaron

(Pulsa en la foto para ver la imagen actual)

El Olmo de Cortelazor

Este es sin duda uno de los árboles más emblemáticos de la Sierra. Se encuentra en la Plaza del Olmo, en el corazón del pueblo de Cortelazor y constituye una auténtica reliquia. Tiene un tronco enorme (unos 5,2 m de perímetro) y se le calcula una edad aproximada de 400 años. Sin embargo, los muchos avatares que habrá sufrido a lo largo de su vida han hecho que este árbol no tenga ni el aspecto impresionante ni el porte magnífico que serían de esperar de un ejemplar tan antiguo. Su tronco está hueco y tiene una enorme grieta vertical que amenaza con partirlo en dos. De hecho, si todavía el olmo se mantiene en pié es gracias a los desvelos de Kiko, que hace las veces de jardinero del pueblo. Él puso un cable alrededor del tronco que evita que se desgarre, apuntaló las ramas más pesadas y mantiene el árbol podado intentando equilibrar el peso de la copa.
Este árbol fue incluido en el segundo tomo del catálogo de Árboles Monumentales de España editado en 2005 por la Compañía Logística de Hidrocarburos CLH, S.A. En su ficha (pulsar aquí)pone que “El ayuntamiento de Cortelazor la Real ha iniciado los trámites con la Consejería de Medio Ambiente para declarar este olmo Monumento Natural”. Sin embargo, hasta donde nosotros sabemos, por el momento ninguna de las administraciones ha dedicado ni atención ni recursos especiales para su protección y mantenimiento.

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Olmos de Galaroza

Galaroza tiene un problema pendiente. La carretera nacional N-433 bordea el pueblo tan de cerca que, en la práctica ocupa parte del casco urbano y constituye una auténtica, travesía. Esta nacional es la carretera principal que atraviesa la Sierra, y soporta un intenso e incesante tráfico de todo tipo de vehículos, incluidos camiones y autobuses. Por si esto fuera poco, en uno de los tramos de la travesía la carretera se estrecha tanto que queda el sitio justo para que se crucen dos coches. En ese tramo la carretera está limitada a un lado por un talud, y al otro, por una fila de olmos. Son unos 20 olmos centenarios, grandes, de 2 a 3 m de perímetro de tronco. Entre el talud, la carretera y los olmos no queda el más mínimo espacio así que, al que tiene que recorrer a pie este tramo no le queda más remedio que hacerlo por la carretera y asumir el riesgo.
Como solución al problema, el anterior alcalde de Galaroza, D. José Lozano, propuso hace unos tres años cortar los olmos. Hubo manifestaciones de los vecinos y grupos ecologistas de la Sierra, y cortes de tráfico, y finalmente no cortaron los olmos pero los sometieron a un desmoche brutal e indiscriminado, que es el tratamiento de choque salvaje que las autoridades responsables, sin la más mínima idea ni interés, vienen aplicando a los árboles que plantean algún problema. Aunque luego rebroten, estos desmoches suelen a la larga provocar daños irreparables a los árboles. De hecho, al menos cuatro de estos olmos no han sobrevivido al verano y están totalmente secos...

El problema de esta travesía no son los olmos, que están ahí desde mucho antes de que vinieran los coches. Si quitaran los olmos la carretera ganaría como mucho un metro. Nos quedaríamos sin los árboles y seguiríamos teniendo el problema del intenso tráfico por la travesía y la falta de espacio seguro para los que tengan que recorrerla a pie.

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Olmos de Jabugo

En Jabugo también quedan todavía restos de una antigua “alameda”, un camino con árboles a la entrada del pueblo, parecido a los de Aracena y Galaroza. En Jabugo este camino lo ocupa ahora la carretera que conecta el pueblo con la nacional N-433 en dirección a El Repilado. También aquí los árboles más antiguos que encontramos son olmos montanos (Ulmus glabra). Hay unos 25 en un trayecto de poco menos de un kilómetro. Algunos tienen un tamaño imponente y, en general, sus troncos son de un grosor similar a los de Aracena y Galaroza (algunos de hasta 3 m de perímetro), lo que sugiere que probablemente todas estas alamedas tuvieran un origen común, a mediados o finales del siglo XIX.

Los olmos de Jabugo no han sufrido desmoches tan agresivos como los de otros pueblos y se encuentran en un estado de conservación mucho mejor. En realidad, en estos casos no se sabe si es mejor decir “en un estado de conservación mucho mejor” o “en un estado de abandono mucho más favorable”. Porque lo cierto es que nadie se ha ocupado nunca de estos árboles. De hecho, en Jabugo, estos olmos están distribuidos de forma muy irregular a lo largo de la carretera, lo que sugiere que muchos de los que formaban la arboleda original se han ido perdiendo sin que fueran luego repuestos. Sólo en el tramo más cercano al pueblo aparecen intercalados alguna morera, algún plátano de sombra y un par de ailantos.

Después de tantos años de abandono, los olmos de esta carretera necesitan un estudio técnico que sirva para inventariarlos y diagnosticar su estado, y una poda racional que elimine las ramas secas y peligrosas y los revitalice. No estaría de más que el ayuntamiento de Jabugo solicitase las competencias sobre estos árboles que son también parte del patrimonio del pueblo, y que aprovechase para adecentar y embellecer esta entrada al pueblo. Se podría habilitar un camino por el margen de la carretera, arreglar y reponer el arbolado, instalar bancos... aunque sólo sea por la gente de Jabugo a la que todavía le gusta salir a pasear o a hacer ejercicio por esta carretera a pesar del tráfico y de la ausencia de arcén y de barreras de seguridad.

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La galeruca de los olmos

A la salida de Higuera de la Sierra hacia Valdezufre hay algunos olmos pumila grandes, algunos formando parte del viario público y otros en jardines privados. Un poco más adelante, en el margen de la antigua carretera, hay muchos más, asilvestrados, con menos porte pero más densos. En estos árboles se ha concentrado este verano una plaga de galeruca con efectos espectaculares. La galeruca (Xanthogaleruca luteola) es un coleóptero que está distribuido más o menos por todo el hemisferio norte y que, tanto de larva como de adulto, se alimenta de las hojas de los olmos. Suelen comerse la parte verde de las hojas y respetar las nerviaciones. Cuando el ataque es tan fuerte como en este caso, las hojas pierden todo el verdor, adquieren un tono marrón-rojizo y acaban cayéndose. La galeruca por sí misma no suele matar los olmos, pero estos ataques tan fuertes los debilitan, facilitando así la entrada de escolítidos y, con ellos, de la grafiosis.



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