lunes, 16 de febrero de 2009

La Socarrina del castañar

Algunos quizás hayáis notado que en los últimos años el castañar ha perdido parte de la fantástica gama de colores que nos ofrecía en el otoño. En el siguiente texto, Diego Diajara, director de la Oficina Técnica de Regadíos de la Diputación de Huelva, nos cuenta que esto se debe a una enfermedad que, más allá de efectos puramente estéticos, tiene importantes consecuencias económicas sobre el castañar.

LA CAIDA PREMATURA DE LAS HOJAS DEL CASTAÑAR SERRANO

Desde hace unos 14 años se viene observando que a nuestros castaños se le empiezan a caer las hojas desde mediados de septiembre, o incluso antes y no llegan a adquirir los colores típicos otoñales. De verde pasan a estar secas y seguidamente caen. En algunos sitios le llaman " Socarrina", nombre derivado del "socarrado o secado" que se produce en algunos frutales. Nada tiene que ver una cosa con la otra y tratare de explicároslo de una forma sencilla. En los castaños el secado o asurado de hojas está producido por una enfermedad, mientras que en algunos frutales es consecuencia de una alteración fisiológica.

Me voy ha centrar en los castaños por la grave incidencia que esta teniendo en estos últimos años. La socarrina es una enfermedad provocada por un hongo llamado Mycosphaerella maculiformis. Este hongo provoca la caída prematura de las hojas y esto tiene dos efectos principales: por una parte debilita los castaños y merma su producción, al no permitirles acumular la suficiente cantidad de hidratos de carbono. Por otra parte, la caída prematura de las hojas entorpece la recolección, haciéndola más costosa. Sus efectos empiezan a ser considerables cuando el ataque provoca la caída de más del 30% de las hojas. Además, al caer las hojas antes o a la vez de las castañas, estas quedan tapadas y se puede crear un microclima muy propenso para el ataque de los hongos que afectan al fruto.

Los primeros escritos que hacen referencia a esta enfermedad, datan del 1880 según Picconne, y se detectó por primera vez en los castañares de los alrededores de Génova y posteriormente en varias Comarcas de Francia en 1889 (Roumegnere). En la Sierra de Aracena se observó por primera vez en el año 1991, en castañares situados entre Los Marines y Aracena, junto a la carretera N-433. Probablemente, como parece haber ocurrido a veces con otras enfermedades de los vegetales, algún vehículo procedente de zonas contaminadas introdujo las esporas del hongo en nuestra comarca. Todavía en el año 2007 se han podido observar algunas zonas de castaños indemnes a esta enfermedad por estar alejadas y aisladas de lo que es la gran masa de castaños de la Sierra.

Para que se produzcan ataques severos de la enfermedad, se tienen que dar varias condiciones:
1ª Que haya conidias de la enfermedad en el ambiente.
2º Que las hojas permanezcan mojadas por la lluvia un determinado tiempo.
3º Que durante el periodo de humectación foliar las temperaturas se mantengan en el rango óptimo para el desarrollo del hongo, entre 18º C y 32º C aproximadamente.
Y 4º Que los castaños se encuentren en plena vegetación.

Desgraciadamente, en nuestra Sierra estas condiciones se dan con mucha frecuencia. Hay años que alguna tormenta o lluvia caídas en el mes de julio, ya provoca un ataque primario, que no suele ser muy alarmante. Pero si vienen lluvias posteriores en el mes de agosto, la dispersión de la enfermedad a partir de este primer ataque es muy abundante y ya empieza a causar daños visibles. Pero los ataques catastróficos, se producen si el mes de septiembre viene con algunas lluvias. En el año 2008, se produjeron 4 ciclos consecutivos de la enfermedad, y las consecuencias fueron un verdadero desastre para los agricultores y para los castaños.

Hoy en día se conoce bien el ciclo de las principales enfermedades de los vegetales y, según las condiciones ambientales, se puede predecir el momento más oportuno para aplicarles algún fungicida que evite que el hongo penetre en las hojas. Para ello es fundamental tener registros fiables de temperatura, tiempo de humectación de las hojas, y humedad ambiental. Conociendo estos parámetros, se puede tomar la decisión de usar un producto preventivo, erradicante o curativo. El periodo del que disponemos para controlar la enfermedad suele ser como máximo de 92 horas, desde que se producen las condiciones favorables para la infección hasta que el hongo penetra en las hojas. Los síntomas no son visibles hasta que han pasado entre 21 a 27 días, después de la infección. Este periodo pude variar algo en función de la temperatura ambiente.

A veces se observa la enfermedad en unas zonas y en otras no. Esto es debido fundamentalmente a la situación de cada finca ya que, por ejemplo, las temperaturas no son las mimas en solana que en umbría. También influye cuál sea la variedad de los castaños. He notado que en nuestra zona la variedad más sensible es la "Ancha", seguida de la "Comisaria" y luego de la "Helechal". La “Temprana” es la más resistente de las que tenemos, pero si vienen más de 2 contaminaciones anuales no se salva tampoco.

Actualmente no existe ningún producto homologado para usar en el castañar, y además si lo hubiera difícilmente se podría usar por lo costoso que sería. Así como para controlar distintas plagas se pueden usar medios aéreos, para las enfermedades hay que usar una media de 500 a 1.000 litros de fungicida por hectárea, para mojar perfectamente toda masa foliar. Además, como antes he dicho, habría que dar no menos de 3 tratamientos anuales, lo que implica unos costos que no son asumibles por nadie.
La única forma de mantener la enfermedad en unos niveles bajos, seria cada 2 ó 3 años quemar todas las hojas caídas, para destruir el ciclo evolutivo del hongo. También se pueden destruir las hojas, aplicándole una pulverización de Urea diluida en agua al 10% (10 kgs. en 100 lts). Pero para que estas medidas fueran eficaces habría que aplicarlas en grandes extensiones.

Hay variedades de castaños que son totalmente resistentes a esta enfermedad. Es resistente la especie Castanea crenata y los híbridos que salen del cruce de ésta con C. sativa. Esto lo podéis observar en las plantaciones de estos híbridos que hay en la Sierra. Veréis como, por muy atacados que estén los castaños tradicionales, los híbridos, aunque estén al lado, no muestran ningún síntoma. También hay algunas variedades de C. sativa que son resistentes. En la experiencia que estamos haciendo con los injertos, hemos procurado elegir variedades totalmente resistentes, o al menos que no sean tan sensibles como las que tenemos ahora. Este es un tema de suma importancia en zonas donde la enfermedad se ha hecho endémica, como lo es, por desgracia, la nuestra.

Mi pretensión con este escrito es daros a conocer un mal que casi todos los años padecen nuestros castaños y que agrava los múltiples problemas que ya tienen. Me gustaría con ello desterrar de una vez por todas ciertos comentarios que circulan por ahí atribuyendo este mal a "una lluvia ácida", a "el cambio climático" o a, como dicen algunos, “una contaminación por el Polo Químico de Huelva, traída por los vientos del Sur”. El mal del que hablamos es una enfermedad con nombre y apellido, que se ha adueñado de nuestros castaños y que hoy en día es difícil de erradicar. Me han comentado que este año se ha empezado a ver también en los castaños de La Serranía de Ronda. Ignoro si aquella variedad será más o menos resistente.

Diego Diajara.

viernes, 13 de febrero de 2009

Ricardo Codorniú, el apóstol de los árboles

"Efectivamente, si en las cercanías de un pueblo el camino está plantado de árboles, cuando hay pocas marras, cuando no son objeto de podas salvajes, cuando no se ven arrancados jirones de sus cortezas, ni muestran heridas ni letreros, estad seguro de que os acercáis a una población civilizada, de que allí hay higiene, instrucción y cultura, y aún de que se administra debidamente.”

La cita procede de un texto publicado en 1912 por la Revista de Montes, titulado “El turismo, protector del árbol”. Su autor es Ricardo Codorniú y Stárico (1846-1923), un ingeniero de montes que tuvo un papel relevante en su tiempo y llegó a ser presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural y fundador de la Sociedad de Amigos del Árbol, y de la revista España Forestal. Fue además el artífice de la repoblación de la Sierra de Espuña. Pero sobre todo, a lo largo de toda su vida destacó por su amor a la naturaleza y por su empeño en la defensa de los árboles y los pájaros. Esta actitud, que lo convierte en un pionero del ecologismo en España, lo llevaría a ser conocido en su época como “el apóstol de los árboles”. Su compromiso en la defensa y la divulgación de los valores de los árboles queda perfectamente reflejado en este texto tan curioso, mezcla de entusiasmo, ingenuidad y denuncia que es “El turismo, protector del árbol”. En ese estilo tan pintoresco de la época, Codorniú devana argumentos diversos para intentar convencer al público y, sobre todo, a las autoridades de los beneficios que se obtienen de plantar árboles y mantenerlos en buen estado. Y se refiere especialmente a la relación de los árboles con el turismo, algo que afecta directamente a la Sierra de Aracena.

Acabamos con otro fragmento del texto que no tiene desperdicio:

"He aspirado siempre a que, a más de árboles aislados y plantaciones lineales, cada poblado que no tenga un monte inmediato dedique una parte de su término, por pequeña que sea, a la creación de un rodal de monte, sembrando o plantando el terreno de especies forestales y dejando que la Naturaleza complete la obra. Así no se produce algo que pueda compararse a un parque, provisto de anchos paseos arenados, con fuentes y adornos de jardinería; pero lo que pierde en belleza artificial, lo gana en encantos naturales, y si el menudo césped no cubre el suelo, lo cubrirá una variadísima vegetación espontánea, que también posee hermosura, y grande. Teniendo cuidado de quitar, por medio de escardas, las plantas que hagan el tránsito molesto y desagradable, como son los cardos y las matas y arbustos espinosos, y no lastimando los árboles con bárbaras podas, el rodal será visitado con placer por todo turista, además de servir de museo viviente de Historia Natural, pues allí podrán estudiarse la fauna y flora locales, y el maestro enseñar a sus discípulos los rudimentos del cultivo forestal.
Yo aseguro que donde esto se haga, los niños, y también los hombres, aprenderán a estimar y a defender a los dos grandes bienhechores de la Humanidad: el árbol y el pájaro, como también a no perseguir a los reptiles inofensivos."


Pinchando aquí podéis acceder al texto completo de “El turismo, protector del árbol”.

Pinchando aquí podéis acceder a otro documento curiosísimo y entrañable que ofrece la Biblioteca de la Universidad de Murcia y que nos aporta una faceta más de la personalidad de Ricardo Codorniú. Se trata de “Doce Árboles”, un librito que contiene doce cuentos sobre árboles, dedicados a cada uno de sus doce nietos.


(Gracias a Antonio F. Tristancho por el descubrimiento)