viernes, 13 de febrero de 2009

Ricardo Codorniú, el apóstol de los árboles

"Efectivamente, si en las cercanías de un pueblo el camino está plantado de árboles, cuando hay pocas marras, cuando no son objeto de podas salvajes, cuando no se ven arrancados jirones de sus cortezas, ni muestran heridas ni letreros, estad seguro de que os acercáis a una población civilizada, de que allí hay higiene, instrucción y cultura, y aún de que se administra debidamente.”

La cita procede de un texto publicado en 1912 por la Revista de Montes, titulado “El turismo, protector del árbol”. Su autor es Ricardo Codorniú y Stárico (1846-1923), un ingeniero de montes que tuvo un papel relevante en su tiempo y llegó a ser presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural y fundador de la Sociedad de Amigos del Árbol, y de la revista España Forestal. Fue además el artífice de la repoblación de la Sierra de Espuña. Pero sobre todo, a lo largo de toda su vida destacó por su amor a la naturaleza y por su empeño en la defensa de los árboles y los pájaros. Esta actitud, que lo convierte en un pionero del ecologismo en España, lo llevaría a ser conocido en su época como “el apóstol de los árboles”. Su compromiso en la defensa y la divulgación de los valores de los árboles queda perfectamente reflejado en este texto tan curioso, mezcla de entusiasmo, ingenuidad y denuncia que es “El turismo, protector del árbol”. En ese estilo tan pintoresco de la época, Codorniú devana argumentos diversos para intentar convencer al público y, sobre todo, a las autoridades de los beneficios que se obtienen de plantar árboles y mantenerlos en buen estado. Y se refiere especialmente a la relación de los árboles con el turismo, algo que afecta directamente a la Sierra de Aracena.

Acabamos con otro fragmento del texto que no tiene desperdicio:

"He aspirado siempre a que, a más de árboles aislados y plantaciones lineales, cada poblado que no tenga un monte inmediato dedique una parte de su término, por pequeña que sea, a la creación de un rodal de monte, sembrando o plantando el terreno de especies forestales y dejando que la Naturaleza complete la obra. Así no se produce algo que pueda compararse a un parque, provisto de anchos paseos arenados, con fuentes y adornos de jardinería; pero lo que pierde en belleza artificial, lo gana en encantos naturales, y si el menudo césped no cubre el suelo, lo cubrirá una variadísima vegetación espontánea, que también posee hermosura, y grande. Teniendo cuidado de quitar, por medio de escardas, las plantas que hagan el tránsito molesto y desagradable, como son los cardos y las matas y arbustos espinosos, y no lastimando los árboles con bárbaras podas, el rodal será visitado con placer por todo turista, además de servir de museo viviente de Historia Natural, pues allí podrán estudiarse la fauna y flora locales, y el maestro enseñar a sus discípulos los rudimentos del cultivo forestal.
Yo aseguro que donde esto se haga, los niños, y también los hombres, aprenderán a estimar y a defender a los dos grandes bienhechores de la Humanidad: el árbol y el pájaro, como también a no perseguir a los reptiles inofensivos."


Pinchando aquí podéis acceder al texto completo de “El turismo, protector del árbol”.

Pinchando aquí podéis acceder a otro documento curiosísimo y entrañable que ofrece la Biblioteca de la Universidad de Murcia y que nos aporta una faceta más de la personalidad de Ricardo Codorniú. Se trata de “Doce Árboles”, un librito que contiene doce cuentos sobre árboles, dedicados a cada uno de sus doce nietos.


(Gracias a Antonio F. Tristancho por el descubrimiento)

1 comentario:

Diego dijo...

Interesante esa cita primera de Ricardo Codorniú. Dice mucho...