La cita procede de un texto publicado en 1912 por la Revista de Montes, titulado “El turismo, protector del árbol”. Su autor es Ricardo Codorniú y Stárico (1846-1923), un ingeniero de montes que tuvo un papel relevante en su tiempo y llegó a ser presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural y fundador de la Sociedad de Amigos del Árbol, y de la revista España Forestal. Fue además el artífice de la repoblación de la Sierra de Espuña. Pero sobre todo, a lo largo de toda su vida destacó por su amor a la naturaleza y por su empeño en la defensa de los árboles y los pájaros. Esta actitud, que lo convierte en un pionero del ecologismo en España, lo llevaría a ser conocido en su época como “el apóstol de los árboles”. Su compromiso en la defensa y la divulgación de los valores de los árboles queda perfectamente reflejado en este texto tan curioso, mezcla de entusiasmo, ingenuidad y denuncia que es “El turismo, protector del árbol”. En ese estilo tan pintoresco de la época, Codorniú devana argumentos diversos para intentar convencer al público y, sobre todo, a las autoridades de los beneficios que se obtienen de plantar árboles y mantenerlos en buen estado. Y se refiere especialmente a la relación de los árboles con el turismo, algo que afecta directamente a la Sierra de Aracena.
Acabamos con otro fragmento del texto que no tiene desperdicio:
Pinchando aquí podéis acceder al texto completo de “El turismo, protector del árbol”.
Pinchando aquí podéis acceder a otro documento curiosísimo y entrañable que ofrece la Biblioteca de la Universidad de Murcia y que nos aporta una faceta más de la personalidad de Ricardo Codorniú. Se trata de “Doce Árboles”, un librito que contiene doce cuentos sobre árboles, dedicados a cada uno de sus doce nietos.
Acabamos con otro fragmento del texto que no tiene desperdicio:
"He aspirado siempre a que, a más de árboles aislados y plantaciones lineales, cada poblado que no tenga un monte inmediato dedique una parte de su término, por pequeña que sea, a la creación de un rodal de monte, sembrando o plantando el terreno de especies forestales y dejando que la Naturaleza complete la obra. Así no se produce algo que pueda compararse a un parque, provisto de anchos paseos arenados, con fuentes y adornos de jardinería; pero lo que pierde en belleza artificial, lo gana en encantos naturales, y si el menudo césped no cubre el suelo, lo cubrirá una variadísima vegetación espontánea, que también posee hermosura, y grande. Teniendo cuidado de quitar, por medio de escardas, las plantas que hagan el tránsito molesto y desagradable, como son los cardos y las matas y arbustos espinosos, y no lastimando los árboles con bárbaras podas, el rodal será visitado con placer por todo turista, además de servir de museo viviente de Historia Natural, pues allí podrán estudiarse la fauna y flora locales, y el maestro enseñar a sus discípulos los rudimentos del cultivo forestal.
Yo aseguro que donde esto se haga, los niños, y también los hombres, aprenderán a estimar y a defender a los dos grandes bienhechores de la Humanidad: el árbol y el pájaro, como también a no perseguir a los reptiles inofensivos."
Pinchando aquí podéis acceder al texto completo de “El turismo, protector del árbol”.
Pinchando aquí podéis acceder a otro documento curiosísimo y entrañable que ofrece la Biblioteca de la Universidad de Murcia y que nos aporta una faceta más de la personalidad de Ricardo Codorniú. Se trata de “Doce Árboles”, un librito que contiene doce cuentos sobre árboles, dedicados a cada uno de sus doce nietos.
(Gracias a Antonio F. Tristancho por el descubrimiento)
1 comentario:
Interesante esa cita primera de Ricardo Codorniú. Dice mucho...
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